La contemplación de un cuadro, la escucha atenta de una sinfonía, la lectura de un poema suspenden brevemente el fluir del tiempo. Uno está ahí, capturado en ese presente, y a la vez en un espacio ambiguo, donde la certidumbre se eclipsa. No es, como tan a menudo se afirma, que el arte transporte a otra dimensión, sino que formula una pregunta, y luego otra y luego otra, sin exigir que enhebremos una respuesta. En ese sentido, es piadoso. Sin embargo, también es implacable. Nos deja en una gozosa incertidumbre, nos pide que la habitemos, sin reducir sus interrogantes. Ese lugar, a falta de nombre mejor, se llama misterio. Cada uno de los ensayos que componen este libro exquisito indagan con lucidez y erudición, con una inteligencia que obedece a la sensibilidad, en la naturaleza y la capacidad de conmoción de ese lugar. A partir de un cuadro de Van Gogh o de Guillermo Roux; de una pieza de Franz Schubert, de Johannes Brahms o de Alban Berg; de la interpretación de pianistas eminentes o de un fragmento de Marcel Proust, Pablo Gianera teje una deslumbrante red de asociaciones y lecturas que enriquecen el misterio, lo alumbran, lo hacen más vívido y cercano. El arte del pasado se manifiesta en el más reciente, el diálogo es entre ellos y con el lector. A La segunda puerta del sueño se ingresa con curiosidad o con ansia; se sale con mayor felicidad, con un saber más joven y renovado. Sus páginas amplían nuestra perspectiva, nos hacen mejores.